Hace una semana, dos autobuses llenos de adolescentes alegres, de 3º y 4º de ESO y cuatro de sus profesores emprendieron un largo viaje en autobús a París. Lo que, en un principio, iban a ser cuatro días visitando una bonita ciudad extranjera, resultó ser mucho más. Y es que siempre se ha dicho que París tiene magia, pero nosotros, los que disfrutamos de este viaje emocionante, no imaginábamos cuánta.
Esta preciosa ciudad tiene la magia de la luz, que se filtra por las vidrieras de Notre Dame, que se vierte sobre la Mona Lisa en el Museo del Louvre, que se refleja en la cúpula dorada de Les Invalides o que adorna los emblemáticos edificios parisinos al anochecer, capitaneados por la Torre Eiffel, que luce, orgullosa, sus colores deslumbrantes.
Tiene el encanto de sus iglesias, como la de la Madeleine, con sus imponentes columnas, o San Sulpicio, tan lasaliana, tan nuestra , y cómo no, la majestuosidad imponente de Sacré Coeur, que preside París desde el monte de Montmartre.
Desde ahí, paseando por sus calles, hemos descubierto el espíritu bohemio de este conocido barrio, con sus callejas y edificios históricos que una vez acogieron a los pintores más emblemáticos, pintando, enamorados, el embrujo de sus calles y de sus gentes.
Desde lo más alto de la Torre Eiffel, esta ciudad nos ha deleitado con las vistas vertiginosas, en una mañana de cielos claros, para que pudiésemos disfrutar con todo lo que tiene para ofrecer.
¡Cuánto hemos vivido en París en estos cuatro días! Esta ha sido para nosotros una experiencia de convivencia y unión, de descubrimiento de nuevas amistades y de consolidación de otras. Hemos reído, ayudado a compañeros y regalado nuestro cariño a otros. Hemos puesto a prueba nuestras ganas, nuestra ilusión y nuestra amistad. Hemos aprendido y puesto en práctica lo que ya sabíamos y, por encima de todo, muchos de nosotros hemos hecho realidad un sueño forjado en nuestra niñez, llorando de emoción al contemplar el castillo de Disneyland, deslumbrados por la fantasía de este fabuloso mundo de cuento.
Con ese mismo entusiasmo infantil, hemos vivido una experiencia que no olvidaremos jamás.