La naturaleza es una de las primeras ventanas de asombro del niño, y es la ventana que puede ayudar a recuperar el sentido del asombro a quien lo haya perdido.
“Es necesario y saludable que devolvamos la mirada hacia la tierra y que, en la contemplación de su belleza, nos encontremos con asombro y humildad”
RACHEL CARSON, autora de Primavera silenciosa.
Los niños necesitan asombrarse
Los niños están acostumbrados a tenerlo todo antes de desearlo y sin esfuerzo. Necesitan más que nunca asombrarse pacientemente mirando cómo se arrastra un caracol, observando cómo crece una flor, regando las plantas, cómo cae una gota de agua o dando de comer a los pájaros. Debemos encontrar esos espacios abiertos de naturaleza en los que los niños puedan correr, saltar, descubrir e imaginar.
Los niños tienen una afinidad natural hacia la naturaleza. Quizá porque son pequeños, como la gran mayoría de las maravillas que la naturaleza nos ofrece, como dice Rachel Carson: “Muchos niños, quizá porque ellos mismos son pequeños y están más cerca del suelo que nosotros, se dan cuenta y disfrutan con lo pequeño y que pasa desapercibido. Quizá por esto es fácil compartir con ellos la belleza que solemos perdernos porque miramos demasiado de prisa, viendo el todo y no las partes. Algunas de las más exquisitas obras de la naturaleza están a una escala de miniatura, como sabe quien haya mirado un copo de nieve a través de una lupa”.
La naturaleza hace que los niños sean capaces de mantener la atención
La naturaleza hace que los niños sean capaces de mantener la atención durante horas mirando las plantas, los insectos y jugando con el barro y el agua.
Recientes estudios demuestran que el juego en entornos naturales reduce los síntomas de déficit de atención en algunos niños. La naturaleza permite a nuestros hijos y alumnos encontrarse con la realidad en estado puro, les enseña que las cosas no son inmediatas y que lo bueno y lo bello llevan su tiempo. Esto favorece que sean unas personas capaces de controlar su impulsividad, fuertes, pacientes y capaces de aguantar con menos ahora para tener más después…, una cualidad que sin duda escasea hoy en día en los niños y jóvenes.
Con tanta estimulación, tanta invasión de ruidos ajenos, ahogamos el asombro, necesario para que el niño y luego el adolescente puedan interiorizar los aprendizajes, profundizar en los conocimientos, escuchar, acoger, estar atentos a las necesidades de los demás, mirar a los ojos, pensar en las consecuencias de sus acciones, discernir, reflexionar sobre el sentido de lo que se hace…Para dar marcha atrás, este niño debe reencontrarse con el silencio. Por ello se recomienda empezar a rodear al niño de espacios de silencio desde pequeño.
Así que tener una infancia contemplativa, en contacto con la naturaleza, tiene un papel más importante en el proceso de aprendizaje de nuestros hijos y alumnos del que nos podemos imaginar, por eso la metodología NCA de los colegios La Salle apuesta por ello.